CUENTO - PREMIO

El cuento "Carlitos no nos falla" fue seleccionado y forma parte del libro: "Mano a Mano con Gardel.

Carlitos no nos falla
Por José Díaz


Carmelo y Renato, El Tano par de ases, regresaron al cotorro de Carmelo, un solterón de buena data, cazador de minas, buen mozo, pintón, de buena percha, que después de exprimirlas se la jugaba toda en la de grama o la de arena. –Darlo todo por los pingos– solía decir cuando se preparaba para la reunión hípica de turno. Volvieron del boliche de Don Alberto, ducho en el buen alpiste y en los llobacos de Palermo. Ellos, Carmelo y Renato, con la idea de amarrar un dato ganador para hacerse a buena guita no sin antes colocar claveles rojos debajo de una foto de Carlos Gardel, El Morocho del abasto, que colgaba en la pared principal de La Academia, que era como se llamaba el negocio de Don Alberto y a quien le habían pedido, con buena fe, los iluminara en la jornada burrera del próximo día.

–Sé que la yegua La Chunga viene bien y va con todo– aseguró “El Tano par de ases” sentado como un rey en una poltrona que dejaba ver a leguas su edad y duro paso por la vida. Renato dejó ir su mirada mientras jugaba con el humo de un cigarrillo sin filtro de marca nacional.

–Mañana te compro unos cigarrillos con filtro, importados, de los buenos, no esa basura con la que siempre haces un papelón. –musitó Carmelo.

–¿Qué decís? –preguntó Renato.

–Que mañana fumarás de los finos  –respondió 

Carmelo y preguntó: “decíme “Tano”: ¿te han hablado de La Chunga?”

–Está lista, eso es todo. Le puse los claveles al Zorzzal que nos va tirar la mano.

–Decíme: ¿quién te pasó el dato?


–Fue el pibe del corral.

–¿El jorobadito?

–El jorobadito, ese mismo.

–Es un yeta.

–No hablés boludeces.

–Te lo juro, es un yeta, nunca pega una. Ni Gardel nos salva –dijo Carmelo.

–¿Gardel? El Morocho, está conmigo. Me ha hablado un par de veces.

–¿Cómo que te ha hablado? ¿Estas loco?

–Ni loco, ni perdido. Muy claro. He hablado con él –aseguró Renato.

–Contáme–

–Después que gane La Chunga –dijo Renato.

Renato se levantó y de una mesita tomó una botella de vino ya empezada de la que sirvió dos vasos.
–Tomá, salud, por lo nuestro, por la guita de mañana. –dijo Renato mientras le entregaba el vaso a Carmelo.

–Gracias, salud y suerte. Que Gardel pulle La Chunga.
–Vamos a fumar fino, tomar buen vino y correr la liebre, todo en uno.

–Por Gardel –dijo Carmelo.

–Por Gardel –brindó Renato.
Los hombres terminaron la botella de vino y otra más de un Semillón que compraron a medias. Se citaron para hacer las apuestas en Buena Banca, un garito de mala muerte que había ganado su nombre por pagar el 25% más que el hipódromo.

La noche se tragaba la noche, en la calle vendedores ambulantes ofrecían sus delicias, las luces de neón indicaban que la vida estaba viva, taxistas detenían sus carros para brindar sus servicios, un par de putas borrachas caminaban zigzagueando, una de ellas descalza con las medias de malla rotas. Calle abajo el humo se pegaba a los adoquines mojados dando paso a uno que pasó volando pues acababa de afanarle la  de cuero a un borracho que medio cayéndose le gritaba: “guacho hijo de las mil putas, que se te pudra la pija”. Un restaurante amanecedero ofrecía especiales en la carne y en un caldo de rabo. Botones y cagadores, derechos y torcidos, chorros y giles, eran comensales casuales del lugar donde tocaban la música de Carlos Gardel y donde, usualmente comía al amanecer Renato, El Tano par de ases, que había obtenido su mote ganando en el juego de poker el cual manejaba bien y en el que cuando se unía al “Barajao” no había quien les ganara. “La guita de la brema para los pingos, esa es la vida del burrero impío” se repetía cuando dejaba sus ganancias, casi siempre mal habidas, en Buena Banca, donde le daba bola a los dateros del mundo burrero.

Llegó el amanecer y el día avanzó a pasos acelerados. El frío otoñal se hizo más intenso dentro de una pesada neblina en medio de la cual Renato y Carmelo, caminaron hasta Buena Banca, llegando justo antes de la carrera en la que La Chunga con los colores del Stud Quintomar era la paponia y segura ganadora. Se cerraron las apuestas y los tungos entraron a las gateras. Se largó y La Chunga, vino bien hasta faltando doscientos metros en donde apareció Arrollador, como una exhalación acabando con las esperanzas de Carmelo y El Tano par de ases, que se mordió la lengua mientras se miraba las uñas.

– ¿Y Carlitos? –preguntó Carmelo.

– ¿Carlitos? Carlitos no nos falla.

El silencio se apoderó de Buena Banca, el frío parecía invernal, la neblina había desaparecido y llovía torrencialmente. El viento desprendió una foto de Carlos Gardel que había en la pared, Renato, El Tano par de ases, la recogió apretándola contra su pecho. Un taxi se detuvo frente a la puerta de Buena Banca, apareció primero una sombrilla muy grande, debajo de ella un hombre que se veía de la cintura hacia abajo, tenía traje negro impecablemente arreglado, las polainas blancas recibían y rechazaban gotas de la lluvia mientras los zapatos navegaban sobre ella, el hombre caminó unos pasos hasta pasar el umbral y cerró la sombrilla. “El Tano par de ases” lo reconoció y le dijo: “Carlitos, has venido”. “No puedo fallarle a los que en mi canto encuentran su vida, a los que lo corean, a los que en él se ven ellos mismos, como yo me veo en ustedes, que me juego día a día pues nuestro amor es más fuerte que todo”.

“El Tano par de ases” saltó como un resorte de la poltrona. “Carmelo, Carmelo” –llamó buscando a Carmelo en el bulín. No lo encontró. Buscó la calle por la ventana, era de noche, había neblina, un chorro corría velozmente sobre la calle empedrada mientras un borracho lo seguía gritándole: “guacho hijo de las mil putas, que se te pudra la pija”.

Comentarios

  1. Que buena narración... "la noche se tragaba la noche" que bella imagen, felicitaciones¡!

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